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Preparación de la Confesión

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Preparación para la confesión

Confesión

 

Previo a la Confesión….


Lectura de la carta a los Romanos (12,1-2.9-18)

Os exhorto, pues, hermanos, por la misericordia de Dios, a que presentéis vuestros cuerpos como sacrificio vivo, santo, agradable a Dio; este es vuestro culto espiritual.
Y no os amoldéis a este mundo, sino transformaos por la renovación de la mente, para que sepáis discernir cuál es la voluntad de Dios, qué es lo bueno, lo que le agrada, lo perfecto.

Que vuestro amor no sea fingido; aborreciendo lo malo, apegaos a lo bueno. Amaos cordialmente unos a otros; que cada cual estime a los otros más que a sí mismo; en la actividad, no seáis negligentes; en el espíritu, manteneos fervorosos, sirviendo constantemente al Señor. Que la esperanza os tenga alegres; manteneos firmes en la tribulación, sed asiduos en la oración; compartid las necesidades de los santos; practicad la hospitalidad. Bendecid a los que os persiguen; bendecid, sí, no maldigáis. Alegraos con los que están alegres; llorad con los que lloran. Tened la misma consideración y trato unos con otros, sin pretensiones de grandeza, sino poniéndoos al nivel de la gente humilde. No os tengáis por sabios. A nadie devolváis mal por al. Procurad lo bueno ante toda la gente. En la medida de lo posible y en lo que dependa de vosotros, manteneos en paz con todo el mundo.


Salmo 103(102)

Dios ama y perdona
El Señor es compasivo y misericordioso,

lento a la ira y rico en clemencia;
no nos trata como merecen nuestros pecados ni nos paga según nuestras culpas.

Como un padre siente ternura por sus hijos, siente el Señor ternura por los que le temen; porque él conoce nuestra masa,
se acuerda de que somos barro.

Los días del hombre duran lo que la hierba, florecen como flor del campo,
que el viento la roza, y ya no existe,
su terreno no volverá a verla.

Pero la misericordia del Señor dura desde siempre y por siempre, para aquellos que le temen;
su justicia para de hijos a nietos; para los que guardan la alianza
y recitan y cumplen sus mandatos


Lectura del Evangelio según san Mateo (25,31-40)

“ Cuando venga en su gloria el Hijo del hombre, y todos los ángeles con él, se sentará en el trono de su gloria y serán reunidas ante él todas las naciones. Él separará a unos de otros, como un pastor separa las ovejas de las cabras. Y pondrá las ovejas a su derecha y las cabras a su izquierda. Entonces dirá el rey a los de su derecha: “Venid vosotros, benditos de mi padre; heredad el reino preparado para vosotros desde la creación del mundo. Porque tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”. Entonces los justos le contestarán: ”Señor, ¿cuándo te vimos con hambre y te alimentamos, o con sed y te dimos de beber?: ¿cuándo te vimos forastero y te hospedamos, o desnudo y te vestimos?; ¿cuándo te vimos enfermo o en la cárcel y fuimos a verte?”. Y el rey les dirá: “En verdad os digo que cada vez que lo hicisteis con uno de estos, mis hermanos más pequeños, conmigo lo hicisteis”.


Te invito a hacer el siguiente examen de conciencia reflexionando en cada una de las preguntas.

  • En la vida somos tentados continuamente a dejar el camino de Jesús y seguir los criterios del mundo. Nos creemos suficientemente fuertes. Pero somos débiles y caemos en la tentación.
    ¿Qué actitud tengo yo ante mis tentaciones: sé cortar a tiempo o me dejo llevar por ellas?
  • El mundo nos bombardea constantemente con propuestas deslumbrantes. Y las costumbres y valores del mundo van penetrando en nosotros sin darnos cuenta. La vida cristiana se va apagando en nosotros. ¿Procuro vivir austeramente, controlando mis gastos de vestido, comida, bebida, diversiones, viajes, aparatos…?
  • Encontrarse con Dios, orar, nonos resulta fácil, significa un esfuerzo: dejar las cosas que estamos haciendo, concentrarnos, dedicarle tiempo. Seguramente nos da pereza, no buscamos los momentos más oportunos, siempre encontramos excusas.¿Qué tiempo dedico a orar? ¿Qué tiempo debería dedicar?
  • Pensamos que rezar es sólo pedir a Dios cuando tenemos algún problema. Tratamos a Dios como si fuera un mago. Olvidamos que Dios se nos ha manifestado en Jesús, y que orar a Dios es contemplarlo en Jesús, en su vida, meditar sus palabras, sus obras tal como nos lo cuenta el evangelio. Cuando rezo, ¿doy gracias a Dios, le alabo, le pido perdón, le pido fuerzas para amar, para solucionar yo mis problemas?
  • Jesús nos enseñó que a Dios hemos de encontrarlo en el hermano, en el pobre y en el enfermo, en el marginado, en los hechos que nos pasan, en los acontecimientos del mundo. ¿En la oración tengo presentes a las personas que trato y los hechos y problemas que viven?
  • El mal que hay en el mundo las desgracias que sufrimos nosotros o aquellos que tenemos cerca son cosas que nos paralizan. Quizá nos dejan impotentes y no sabemos qué hacer; quizá nos sirven de excusa para no hacer nada. No es éste el estilo de Jesús. Él es activo contra el mal y da frutos de bondad, de justicia, de amor. ¿Cuál es mi actitud ante el mal? ¿Digo: “¡No hay nada que hacer!”? ¿Lo tomo como una excusa para no hacer nada? ¿O sigo a Jesús, que cargó con esperanza su Cruz?
  • A veces pensamos que el cristianismo consiste en ser sumisos, resignados, aceptar con paciencia los males y las injusticias. Y, en cambio, Jesús luchó contra el dolor y el mal, criticó la injusticia, no se resignó ante las cosas que deben cambiar. ¿Soy capaz de luchar por una vida más digna y feliz para mí y para todos?
  • Dios es paciente. Siempre espera con los brazos abiertos. Acoge, ayuda. Nosotros, a veces, somos impacientes, intolerantes con los demás si nos parece que no hacen las cosas bien, no damos segundas oportunidades, queremos a los demás más perfectos d ello que somos nosotros mismos. ¿Soy comprensivo, paciente? ¿Ayudo a los demás a cambiar?
  • Muchas veces nos creemos mejores que los demás, porque a lo mejor no hemos cometido graves pecados ni hemos abandonado nunca la fe. Y no nos damos cuenta de la mediocridad de nuestra fe y de nuestro amor. ¿Reconozco mi pecado de orgullo, de autosuficiencia, de creerme superior a los demás? ¿Pido perdón por la mediocridad de mi fe y de mi amor?
  • Ante Dios todos somos hijos, y Él nos ama con todo su corazón de Padre. Y, porque nos ama, perdona nuestros pecados, sean grandes o pequeños. ¿Cómo acojo a aquellos hermanos míos que me han injuriado, que me han criticado, que me han hecho algún daño?
  • Nos resulta más fácil criticar que alabar a las personas; ver sus defectos antes que sus cualidades; condenar antes que salvar.¿Qué mirada tengo yo hacia las personas que me rodean: en casa, en el trabajo, en la escuela, en la parroquia, en el vecindario?
  • El hecho de criticar y de acusar a los demás esconde muchas veces los propios defectos y pecados, y nos justificamos ante Dios como si nosotros no cayéramos en esos pecado. ¿Me pregunto a menudo cómo se manifiestan en mí los defectos que veo en los demás?
  • Muchas veces confundimos el pecado con el pecador, Y condenamos e pecado y al pecador a la vez. El proceder de Dios con nosotros no es éste: Él siempre nos perdona y nos salva. ¿Condeno a los demás? ¿Soy vengativo?¿Guardo rencor? ¿Me cuesta perdonar?
  • Siempre nos quejamos, pero tenemos que reconocer que hemos avanzado en el bienestar y comodidades. Este progreso material quizá nos lleva a poner el corazón en los bienes de consumo, y a disfrutar egoístamente de ellos. Se reseca entonces nuestra capacidad de amar, de convivir, de ser solidarios. ¿Dónde pongo el acento de mi vida: en el bienestar y la comodidad personal, o más bien en el convivir con los demás, en el compartir mis cosas, en el colaborar en las tareas comunes? ¿Me intereso y hago algo por la justicia y el bienestar de todos?

“Que vuestra caridad no sea una farsa…”nos dice san pablo. “ Lo que hicisteis con uno de estos, mis humildes hermanos, conmigo lo hicisteis” nos dice Jesús…

Tenemos que poner todo nuestro ser en movimiento, salir de nosotros mismos, ir al encuentro de los demás y quererlos como a nosotros mismos. El verdadero amor es amar a los demás como Dios nos ama: dándose sin medida.
Vamos a empezar por reconocer que, si amamos a los demás, lo más beneficiados vamos a ser nosotros mismos, porque sólo así nos podremos reconciliar con Dios.

Nos ponemos en actitud humilde y confiada.


Peticiones de perdón

  • Ten piedad de nosotros, Señor, perdona nuestros pecados como lo has hecho siempre. “Oh, Dios, crea en mí un corazón nuevo”.
  • Purifica nuestro espíritu para que el mal no deje huella en nuestros corazones. “Oh, Dios, crea en mí un corazón nuevo”.
  • Renuévanos por dentro, lava nuestros bajos fondos y quedaremos más blancos que la nieve. “Oh, Dios, crea en mí un corazón nuevo”.
  • Líbranos del egoísmo para que seamos honrados con todos nuestros hermanos. “Oh, Dios, crea en mí un corazón nuevo”. No permitas, Señor, que caigamos en el conformismo y en la resignación. No permitas que anide la miseria en el centro de nuestros corazones.

Confesión de los pecados y absolución

¡¡¡Ha llegado el gran momento!!!

Es el momento de acercarnos al sacerdote y, con nuestro gesto mostrar nuestro arrepentimiento y deseo de recibir la gracia y el perdón de Dios.

Es el momento de sentirnos unidos en la debilidad y pedir unos por otros para que los deseos de conversión de todos se hagan realidad.


Acción de gracias

Sabemos que la paz que Jesús nos desea no es que nosotros vivamos tranquilos. Tenemos que dejar un poco nuestra comodidad y salir al encuentro de los demás, para que los puedan tener el alimento necesario y un poco de paz…


Filipenses 4, 4-9

Estad siempre alegres en el Señor; os lo repito, estad alegres. Que vuestra mesura sea conocida de todos los hombres. El Señor está cerca. No os inquietéis por cosa alguna; antes bien, en toda ocasión presentad a Dios vuestras peticiones, mediante la oración y la súplica, acompañadas de la acción de gracias. Y la paz de Dios, que supera todo conocimiento, custodiará vuestros corazones y vuestros pensamientos en Cristo Jesús. Por lo demás, hermanos, todo cuando hay de verdadero, de noble, de justo, de puto, de amable, de honorable, todo cuando sea virtud y cosa digna de elogio, todo ello tenedlo en cuenta. Todo cuanto habéis aprendido y recibido y oído y visto en mí ponedlo por obra y el Dios de la paz estará con vosotros.

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